
En España, como en muchos otros países, se venera y se
honra a los difuntos.
En efecto, el Día de Todos los Santos es una fecha
señalada para acordarse de nuestros muertos. O al menos para hacer acto de
presencia en los cementerios y, de paso, arreglar un poco las tumbas.

Llevamos flores, limpiamos las lápidas...
A mi padre lo
recuerdo casi todos los días. Y aunque a veces no lo nombre, después me doy cuenta de que en esos días también lo eché mucho
de menos. Y supongo que esto mismo le ocurre a la mayoría de la gente.
Pero al igual que hay un día de la Tierra, o de la
Mujer trabajadora, celebramos del mismo modo este Día de Todos los Santos.
Esto mismo con algunas diferencias ocurre en otros
lugares del mundo. Como la celebración del día de los Muertos en Méjico o la celebración
de Halloween, la fiesta anglosajona que tan popular se ha vuelto desde hace
pocos años también en España.
Yo no voy a ir al cementerio a llevar flores a la
lápida de mi padre, porque no estoy en Elche, y agradezco a mi hermana Pepa que lo ha hecho
por todos. Sin embargo, desde aquí quiero dar un homenaje a mis muertos, a los
que recuerdo, si no todos los días, si muy a menudo. Y siempre, siempre echo de menos.
Me acuerdo mucho de mis tíos José María Verdú Verdú, Eugenio del Rey
Martínez, Javiera Peral Maciá, Antonio Coll Belmonte, Ginés Coll Belmonte, Isabel
Coll Belmonte, Manolo Coll Juárez, Josefa Coll Juárez, Alfredo Martí Vallés, Josefa
Valverde Belmonte y Juan Valverde Belmonte. Mi abuelita Josefa Belmonte Forca y
mi abuelito José Coll Abellán. Y también de mi tía abuela Concha Belmonte Forca.
De mi amiga Teresa Gómez
Y, todos los días me acuerdo de mi casi hermana Elena Fernández Madero.