Siempre he pensado que la metáfora del árbol genealógico no es muy buena. Está mal construida.
En genealogía se describe un árbol genealógico como un grupo de personas unidas por un nexo familiar donde existe un tronco común y del que salen diferentes ramas que a su vez se dividen una y otra vez como si de las ramas de un árbol se tratase.
Sin embargo yo entiendo la genealogía de distinta forma. Hasta ahora la realización de mi árbol genealógico supone una búsqueda de las personas que fueron mis ancestros, los que nacieron antes que yo y de los cuáles provengo.
A mi modo de ver esto se parece más a un pequeño arbolito que soy yo mismo y sus raíces, que son los que le dieron la vida.
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Raíces profundas |
Así encuentro muy cerca mi madre y mi padre. Esas raíces gruesas, cercanas, que contenían la semilla de donde yo broté. Mis padres, a los que puedo ver y que son mi principal medio de nutrición. Con muy poco escarbar recuerdo a mis abuelos, a los que conocí y a los que no. Tan próximos también, y en ellos reconozco algunas de las características que me trasmitieron a través de sus hijos.
Si sigo con mi investigación tengo que ir hacia abajo, profundo, profundo pero rescatando cada esqueje con mucho cuidado, con veneración. No es de extrañar que muchas culturas adoren a sus antepasados. Es tu pasado, tu propia historia familiar y no se pueden tratar los datos obtenidos como meros nombres y cifras. Tiene un significado, son una estructura donde construiremos, como en los nudos de un tapiz sus vidas, sus historias, su legado.
En esta labor se puede tardar años, e incluso no terminar nunca, porque siempre habrá alguna historia que recuperar de la tierra.
Pienso que no se trata de llegar muy lejos en el tiempo, sino que lo que se recupere sea de calidad. Raíces viables, que aún pueden dar fruto, aún pueden enseñarnos algo.
Otro tipo de investigación sería la de las ramas de un árbol, pero para que este símil sirva debería ser un estudio como el que estoy haciendo sobre el apellido Coll en el Bajo Segura. Encontré un viejo tronco de árbol, formado por dos personas sólidas Melchor Coll y María Boscada. Sus raíces, muy antiguas y todavía ocultas. Pero sus ramas fueron apareciendo rápidamente y hoy podemos ver toda su frondosidad en los descendientes que han generado en los últimos 250 años. Desde 1750 hasta nuestros días.
Por último, con mi vida diaria estoy construyendo mi propio árbol genealógico, Ya tengo tres ramas, y las veo crecer fuertes, sanas y seguras. Me siento tan orgulloso de mi árbol visible como agradecido a mis raíces.
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